miércoles, 24 de marzo de 2010

La calle estaba fría y oscura. Las farolas comenzaban a apagarse. La nieve dejaba sentir el frescor de la mañana. Los columpios chirriaban cuando el viento los movía. El sol luchaba por dejarse ver entre los huecos que dejaban el horizonte y las nubes, más bien pocos. A altas horas de la madrugada reinaba la soledad. En el suelo estaban esparcidos montones y montones de botellas y latas vacías o rotas. Todos los bares habían cerrado ya. Hacía un buen rato que sus amigos se habían marchado. Todos, excepto ella. Ya no quedaban parejas dormidas abrazadas en los bancos. Ya no había más borrachos vagabundeando por las calles. Estaba sola.

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