martes, 23 de febrero de 2010

Memories that fade like photographs

Acabo de terminar de hacer los deberes. Ya está. Qué suplicio. Estoy deseando acabar ya con los logaritmos y empezar con la trigonometría. Eso sí que es entretenido, no como esto, que son todos iguales.
Cierro los libros y me tumbo en la cama. No llevo ni cinco minutos mirando las estrellas del techo cuando oigo que alguien sube por el ascnsor. Y repentinamente después, entra mi padre por la puerta.
-¡Ya estoy en casa!
Deja las llaves sobre la encimera y se quita la chaqueta. Voy a la cocina a saludarle.
-Hola, papá.
-Hola, pequeña. ¿Qué tal el día?
Se acerca sonriendo y me da un beso en la mejilla.
-Bien, aunque estoy cansada. Hoy teníamos examen de la prueba de resistencia: hemos corrido curante veinticinco minutos seguidos. No podíamos paranos, o nos llevaríamos un cero. ¿Tú qué tal?
-Bien también, cansado. Ya sabes, ha sido un día largo.
Se mete en el baño. Yo vuelvo a mi habitación y pongo música mientras me voy poniendo l pijama. "Why is love so hard to find?".
Después oigo que mi padre sale del baño y va a su habitación, a ver un rato la tele.
Dejo el ipod encima de la cama y voy a hacerle compañía. Me apoyo en el marco de la puerta.
-¿Sabes? Yo también he tenido un día agotador. Creo que me voy a ir a la cama dentro de poco.
-¿Tan pronto? Ni si quiera son las diez...
-Lo sé. Pero me está entrando dolor de cabeza.
Me acerco con intención de darle las buenas noches, pero me coge del brazo y me obliga a sentarme a su lado.
-Venga, Julia. Llevo catorce años cuidando de tí. No me digas que no te pasa nada a parte de eso.
Le miro con desaprobación. No me gusta ese tipo de acusaciones. Nunca me han gustado.
Él lo nota y me abraza con cariño.
-Cielo, no me gusta verte con esa cara tan larga. Eso es todo.
-Lo sé, papá. Hoy hemos estado hablando de la eternidad en clase de lengua. He maldecido delante de todos que no podamos ser seres eternos. Se me ha escapado... ha sido sin querer.
-Ya veo...
-Echo de menos a mamá.
Entonces suspira, y empieza a acunarme entre sus brazos. No es la primera vez que pronuncio esas palabras. Y él sabe cómo afrontarlas.
-Cariño, las cosas no pasan así porque sí. Todo tiene un trasfondo.
-Lo sé, pero no alcanzo a comprender por qué le tuvo que pasar a ella, precisamente a ella.
-Bueno, quizá, si ella no hubiera cruzado la calle en ese momento, lo habría hecho otra persona. Quizá mamá salvó a un niño pequeño de aquel final.
-No me gusta mi cuento. No tiene un final feliz.
-No todos los cuentos tienen finales felices, cielo. Pero éste no es el final, es sólo el principio.
Le miro. Me está sonriendo. Intenta levantarme el ánimo.
-Bueno, me voy a la cama. Tengo sueño.
-Claro, pequeña.
Le doy un beso en la mejilla y doy media vuelta.
Pero me giro antes de llegar a mi habitación.
-Papá...
-¿Sí?
-¿Podrías arroparme tal y como lo hacía ella cuando éramos pequeños Jaime y yo?
Ante esa petición, me sonríe con ternura y se me acerca.
-Por supuesto, princesa.
Y entonces me acompaña a la cama, espera a que me meta dentro y luego me arropa, tal y como se lo he pedido, tal y como lo hacía mamá.
Incluso repite las mismas palabras con que se despedía mamá.
-Buenas noches, Julia. Que descanses. Sueña con los angelitos.
Y a continuación se marcha casi riendo, tal y como lo hacía mamá.
Papá es increíble. Mamá también lo era.

domingo, 14 de febrero de 2010

Ser fuertes para tomar las decisiones correctas


Lo mejor de formar parte de un mundo friki es tener la libertad de escapar de él y salir corriendo cuando te apetezca.
Por eso es tan importante no atarse. Ni a esto, ni a nada. Porque si te atas, acabarás necesitándolo, se convertirá en una adicción, y ninguna adicción es buena.
Teniendo valor para mantener el espíritu libre, luchando por salvar tu parte más sensata, ahogando los temores, teniendo fé en tí mismo, pensando que no hay nada contra lo que no puedas atacar, sacando a la luz tu valentía.
No te rindas jamás. Lucha por lo que crees justo. Lucha por salvar tu verdad. Sigue adelante. Que no te acojan los prejuicios. Tú puedes. Sé que puedes.

Abre los ojos.

Despierta. El mundo te reclama. No le des la espalda, te está esperando: te espera con los brazos abiertos.
Te necesita. Ve y pon tu miguita. Porque sólo será posible avanzar con tu ayuda. Y crearemos otro peldaño más en esta escalera de injusticia, y juntos caminaremos por ella, la recorreremos de principio a fin, llegaremos al límite de la misma.
Dame tu mano y compartamos un camino hacia la verdad, hacia la justicia, alejándonos de la oscuridad cegadora de la falsedad, dejando atrás las mentiras y el dolor que causa el engaño.
Deshagámonos de las malas hierbas que interrumpen el paseo, no sirven para nada, sólo estorban.
Apartámoslas y sigamos adelante, firmes, decididos, sin dudas, seguros de nosotros mismos.

Océana no hay más que una.


Me gusta salir a la terraza del salón, y apoyarme en la barandilla a mirar, simplemente, observar.

Bajo mis pies, la extensa parte de atrás del jardín.

Levanto la mirada, y mis ojos se topan con un paisaje digno de ver, un mar de árboles, frondoso.

En un tercer plano, la Estación. Pequeña de lejos. Enorme de cerca.

Y sobre sus hombros se deja ver el horizonte. Cual manta calentita en un día frío de invierno. Cual madre protectora con sus hijos.

Y todavía más allá... el sol.