viernes, 8 de octubre de 2010

I can breathe even thought you're not here, and you too.

Y aquí estás, caminando bajo la lluvia, pisando charcos, sintiendo cómo el agua moja la puntera de tus botas. Hace tanto frío que casi no sientes los dedos de los pies. Fue una suerte encontrar ese par de guantes de lana en aquel cajón.
Y se está levantando aún más viento, pero no importa, te encuentras bien tal y como estás. No importa que haga mucho frío, o que cuando llegues a casa tengas que ponerte quince minutos seguidos frente a la chimenea para calentarte las manos.
Ya casi has llegado al final de la calle, a aquella esquina.

Aquella esquina en la que tropezaste con tus propios pies delante de el.
Aquella esquina en la que creíste haberte roto tus vaqueros favoritos cuando te enganchaste con la valla.
Aquella esquina donde se te acercó aquel perro corriendo, aquel que resultó ser suyo. Aquel gracias al que te atreviste a hablarle por primera vez. Aquel del que te hiciste tan amiga aquella mañana que solía salir detrás de ti para saludarte, y que a continuación llegaba él a buscarlo.
Aquella esquina donde descubristeis que teníais muchas cosas en común.
Aquella esquina donde te invitó a su casa por primera vez.
Aquella esquina donde te regaló el primer beso.
Aquella esquina donde solíais quedar para ir juntos al bosque.
Aquella esquina donde le confesaste cuál era tu lugar preferido en todo el universo.


Y es increíble que todo eso forme ya parte del pasado. De un pasado que parece incluso demasiado lejano. Sobre todo cuando nada de lo que decís ninguno de los dos es verdad. Aseguráis haber pasado página, decís tener claro que ahora sonreír os parece la cosa más fácil del mundo. Cuando nadie mejor que vosotros sabe que nada de eso es cierto. No habéis pasado página. No podéis hacer otra cosa que pensar en todo lo que ocurrió, en cómo se precipitaron las cosas, en lo tontos que fuisteis al no ser sinceros el uno con el otro y deciros lo que rondaba por vuestras cabezas. Por no decir que la última vez que sonreísteis de verdad fue la última vez que os dedicasteis un momento a solas. Que no habéis podido dejar escapar una sonrisa sincera desde entonces.
Pero lo cierto es que es más fácil sonreír, fingiendo que no os pasa nada y que sois felices. Aunque no consigáis terminar de entender qué os ha dicho vuestras respectivas madres si la preguntáis qué hay para comer. O mantener una conversación de duración superior a cinco minutos.

Pero nada de eso importa ahora. Hay que volver a casa, el paraguas no aguanta más gotas encima. Y como pises un solo charco más, será como si tuvieras los pies metidos en un par de lagunas.

1 comentario:

  1. Verdaderamente, increible, lo mejor de tu blog, y sí me lo he leido entero. :)

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